Estimados carnales, me es grato volver a escribir para Ustedes después de un periodo de abstinencia. Ofrezco antes que nada una disculpa sincera por haberme alejado dos semanas sin llevarles mi parecer sobre el tópico de este blog. En fin, no es la finalidad agotarles con disculpas, así que, a trabajar.
Mis carnales, les he de platicar que el día de hoy me encontraba realizando algunas actividades laborales por el rumbo de la hermana república de Amealco, lugar que frecuento por tales cuestiones laborales. Habiendo terminado mis actividades me disponía a regresar a la capital, cuando me asaltó una inquietud. Esa inquietud se traducía en un antojo que no llegaba a ser hambre propiamente dicha, por lo que me dispuse a buscar algún lugar garnachero que igualmente sirviera para abonar en este espacio.
En esas estaba cuando repentinamente caí en la cuenta de que era martes al medio día, lo cual sólo podía significar una cosa: MARTES DE MOLE EN AMEALCO!!!!!!!!!
Rápido y presuroso me dispuse a tomar camino hacia aquel lugar ya conocido por su servilleta pues sabía que el manjar que se ofrece ahí puede agotarse en cuestión de horas, así que dirigí mi vehículo hacia la salida a Santiago Mexquititlán, en aquel municipio amealcense. Para llegar a ese sitio del cual les hablo, deben tomar la ruta hacia el citado pueblo de Santiago Mexquitilán, llegar a un crucero que los lleva a San Ildefonso, tomar hacia la izquierda y seguir por ese camino exactamente 5 kilómetros.
Para mayor referencia les muestro una imagen:
Pues bien, este lugar se llama EL CHAMIZAL y es famoso por su mole con piezas de guajolote, siempre acompañado de ricos elementos que enseguida paso a describir.
Una vez que se cruza esa puerta, se entra en una dimensión de absoluta delicia, pues se aprecian de forma instantánea los aromas caseros y los sonidos que invitan a experimentar una simbiótica sensación de placer y pecado culinario, si no callejero, sí garnachero y que permite agregar material para este blog.
Ya instalado en una de las mesas de plástico, fui abordado por mi anfitriona, cuyo nombre jamás precisé en preguntarle pero, para todos los efectos llamaremos "N".
"N" me indicó que ofrecían mole con piezas de guajolote casero, alimentando con aquello que la naturaleza les pone enfrente, dato que pude constatar con mis propios ojos de forma posterior, de modo que no hay temor de estar comiendo pavos mutantes ni "mejorados" genéticamente, sino todo natural y orgánico.
El platillo que ofrecen lo acompañan con algunas otras delicias que forman el marco perfecto para tan indescriptible manjar.
Rauda y veloz, "N" me indicó que la única variación en su menú es la pieza de guajolote que habrá de ser servida en el plato: pierna, pata, muslo, ala, pechuga!!!
Hasta ahí todo parecería normal pues es sabido que todo plato de mole es servido con esas piezas anatómicas del ave en cuestión. Sin embargo, a la vista resultó gratamente sorprendente lo que uno está por recibir.
Sentado pues en una mesa de plástico y habiéndome decantado por la pechuga del animal, esperaba mi comida mientras de forma pormenorizada escaneaba el lugar, sobresaliendo por encima de cualquier decoración, el trío de músicos norteños que amenizaban y deleitaban a los comensales con éxitos añejos que invitaban a la nostalgia con títulos como: "Puño de Tierra", "Aguanta Corazón", "Amor Eterno", "Hermoso Cariño", sin faltar las clásicas "Mañanitas" y más. Se dejaba ver por ahí una rockola cuyo funcionamiento y contenido no me fue posible verificar. Imágenes religiosas y de paisajes sirven de sustento a la decoración del lugar, que nos inspira plena armonía.

Ya entrados en materia y como número principal de aquel espectáculo que fui a presenciar, recibí de parte de "N" mi plato, el cual se encontraba dividido en tres cuadrantes: el primero para la pieza del ovíparo que consagró su vida para mi; el segundo para los granos de arroz perfectamente cocidos y sazonados y, el tercero y por excelencia EL MOLE!!!!!

Habiendo recibido estos elementos de doña "N", consideré el iniciar mi ataque por el centro, ataviado de sendo tenedor pero, fui abruptamente interrumpido por "N" quien enmarcó mi plato con una vieja y rústica canasta vestida con una servilleta, la cual supuse atinadamente llevaba en sus entrañas las tortillas. No equivoqué mi pronóstico sin embargo jamás alcancé a adivinar aquella escena con gruesas tortillas hechas a mano. Apenas dirigía mi mano derecha para tomar la primera de ellas, cuando "N" me indicó que al fondo de esa canasta se encontraban algunas tostadas para jambarse los frijoles o el mole según se antoje, bajo el principio de que el orden de los factores no altera el producto.
Nuevamente me disponía a iniciar mi ataque, cuando una vez más "N" arribó a mi trinchera con la que pensé era su última encomienda traducida en dejar para mi un par de pequeñas cazuelas de barro: la primera copeteada de unos suculentos y exquisitos "Frijoles Burros" y, la segunda, derramada con el refill del mismo mole que se encontraba invadiendo mi plato. Es decir, además del mole dentro del plato, todavía me sirvieron una cazuela más con el preciado tesoro. No sabía lo que eran esos frijoles "burros" pero, una vez que vi sus dimensiones y tamaño entendí el por qué del calificativo equino.
Pues bien, pensando que ya estaba todo dispuesto para iniciar, fui interrumpido una vez más por "N", con la que ahora sí era su última encomienda al interpelarme sobre la forma en que bajaría todos esa materia sólida por mis conductos digestivos. Dirigí mi mirada hacia el refrigerador dándome cuenta que el único elemento líquido digno de acompañar los sólidos era una Celia bien Elodia. No obstante, dudé un poco dada la hora pues apenas había cruzado el horario matutino, sin embargo recordé y atendí a la máxima de la sabiduría popular aprendida de mi amigo Cococha que reza: "En el estómago siempre es de noche", así que, por qué no!!! Le pedí una oscura…
Ya sin más que me pudiera interrumpir y con el equipo completo, decidí poner manos a la obra…!!!
Esa imagen que pueden ustedes apreciar mis carnales, en nada se acerca al sabor que posee el plato sobre la mesa. Tal platillo, de suyo, invita al devore inmediato pero les sugiero ir poco a poco.
Con todo dispuesto, no sabía si atacar por la banda o por el centro. Sabía, eso sí, que tenía que ir ordenado, tratando de imponer mis condiciones y respetar mi estrategia para no salir fauleado ni disminuido.
Así, tomé por principio de cuentas esa tostada que me indicó "N", la partí y puse sobre ella un poco de frijoles burros aderezados con el rey de la fiesta: el mole!!
Continué mi comida reduciendo el contenido del arroz, entremezclando tal grano con el mole, llenando de sabor picante. De igual forma atacaba con el tenedor, lo mismo que con tortillas y tostadas, dejando para el final a la pieza de guajolote, la cual me miraba de forma retadora y amenazante.
Seguí mi numerito, hasta que logré llegar a la parte medular: el guajolote, al cual me animé a despedazar no sin antes haber pasado por todo un rosario de formas de ingerir el mole. Tomaba pedazos del ave en canal y poniendo mucho del mole, me lo devoraba sin pensarlo. No había llegado a la mitad del plato cuando mi boca toda estaba llena ya del material precioso que estaba ante mi, así como mis manos, desde luego los dedos y las uñas hasta, obviamente, mi pantalón.
No existe pues una forma consagrada ni regla escrita de acabar con ese platillo que nos ha dado fama mundial. Yo en lo personal preferí darle prioridad al taco, agregando cualquier elemento dentro de la tortilla. Ya fuera arroz, guajolote o frijoles, siempre bañados en mole.
Habiendo transcurrido unos 15 minutos logré concluir aquel monumento a la gastronomía mexicana, siempre aligerado dentro de mi con la sabrosa Celia bien Elodia, sintiéndome satisfecho en todos sentidos: a la vista, al tacto, al olfato, al oído y, claro, al gusto.
Una vez terminada parte de la misión, procedí ahora sí a hablar con toda calma con "N", quien me indicó que ese lugar ha ofrecido esta delicia desde los últimos 15 años, con atención personalizada de su propietario el señor Alfonso Navarrete y su familia.
Tal y como lo apunté al inicio, este servicio se ofrece sólo los días martes, a partir de las 10:00 am y hasta agotar existencias, lo cual viene siendo por ahí de las 4 pm. Sin embargo, me indicó "N" que próximamente (3 de agosto) iniciarán la venta del mole también los domingos, día en que de momento sólo venden barbacoa.
Llegó el momento de pedir la cuenta, misma que para mi sorpresa fue de $95.00, y que se me hizo accesible si tomamos en cuenta lo que me dieron por ese precio: mole a llenar, arroz bien atascado, frijoles bien perrones, tortillas hasta para llevar con sus infaltables tostadas y obviamente, mi Celia bien Elodia. Si hablamos de una relación precio/calidad definitivamente este lugar es la neta.
De esta forma mis queridos carnales, les dejo esta entrega que espero sea de utilidad. Ojalá que una vez que puedan acudir a este lugar, compartan con su servilleta la opinión sobre el sitio el cual puedo poner muy por encima de algunos otros.
Pronto les traeré más novedades pretendiendo ponerme al corriente por estos últimos días en que me ausenté.
A comer se ha dicho mis carnales.
On egin/Buen provecho!!!
Alberto