Estimados y tragones
congéneres:
Como les adelanta mi amigo chilango más o menos adoptado en
Querétaro, yo soy aquel otro tipo más o menos adoptado en Querétaro, con la
notable característica de un estómago bendito, que es uno de los órganos que
más presumo de mi cuerpo serrano, por supuesto después de mi principal órgano
sexual, que por otro lado y ya que les estoy presumiendo, pesa varios kilos.
Pero
como en esta página no estamos para presumir de estómago ni de cerebro, sino
más bien para iluminar y ser iluminados con las posibilidades culinarias del
entorno, paso directamente a darles mis primeras recomendaciones:
Top 1 - Doña
Mary: Déjense de historias, Doña Mary lleva probablemente toda la vida haciendo
sus guisos, presentados en forma de sope, taco o quesadilla en tortillas que
hace a mano.
La verdad, antes de que ustedes se animen a probar cualquier
mierda en cualquier sitio, lleguen ahí para saber lo que es bueno en la vida.
Tiene
de asadura; de carne deshebrada de pollo en salsa de chile pasilla; de
chicharrón; de rajas con queso; de champiñones; de espinacas; de nopal; de
papitas; de huevo y según temporada, de flor de calabaza.
En Semana Santa suele
hacer algunas variaciones por aquello de no preparar carne, aunque hasta donde
yo entiendo de biología, los camarones también son carne...
En ese lugar
descubrí que mi restaurante favorito del mundo mundial no necesita tener chelas
y una silla de plástico en la pared es un trono en el que la única preocupación
vital es, cómo hacer que no salte comida en la playera.
No sean mamones y
tengan el buen gusto de no llegar con corbata, por favor. Y siempre se podrán
entretener viendo el capítulo de la telenovela en la pantalla nada plana del
equipo audiovisual de Doña Mary, siempre vigilados de cerca por las fotos del
Papa Juan Pablo. Ambiente y actitud familiar y sin fisuras.
Para ubicar a Doña
Mary en el espacio-tiempo, le podrán encontrar en su casa de Gutiérrez Nájera,
en algún punto entre 16 de Septiembre y 5 de Mayo.
Salvo por el hecho de que
Doña Mary tiene unos setenta y cinco años, sería como para pedirle matrimonio.
Lleguen cualquier día laborable para cenar, a partir de las siete de la tarde y
me entenderán.
Jon Aguirrezábal
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